¿TRABAJAR PARA VIVIR O VIVIR PARA TRABAJAR?
Puede que el trabajo ocupe la mayor parte de su vida. Pero, ¿cómo es su experiencia
como trabajador? ¿Su trabajo es como una carga, como algo de lo que no se puede librar? ¿O
sencillamente no lo vive como un trabajo? Quien no puede disponer de tiempo para disfrutar de lo que
produce con su esfuerzo, sufre la más absurda de las pobrezas.
Cuando comenzamos un empleo, vamos con el fin de obtener una mejor calidad de vida. Si el trabajo
nos exige mucha presencia, nos podemos ver obligados a dar más tiempo en él, pero pueden existir
otras razones por las que la persona se interna en el trabajo y ya no es para vivir sino para poder
mantenerse vivo.
Las personas que vienen de familias muy trabajadoras, por lo general hacen del trabajo su prioridad,
por encima de sus afectos, familia, hijos, pareja, etc. Pueden que sean seres ambiciosos en busca de
una posición económica, profesional o social. O tal vez personas limitadas para mantener relaciones
afectivas o sociales que se refugian en el trabajo con la creencia de poder llenar así un vacío en
su existencia.
También esta la persona que no quiere regresar al hogar, a la pareja.
Paradójicamente, para no separarse, se separa… Y se muda para el trabajo: si no es con viajes
laborales semana tras semana, lo hace escondiendo sus necesidades tras el puesto de trabajo sin
afrontar la realidad del problema.
Hay también quien utiliza a la iglesia, o la política, para el mismo fin y allí obtiene otra vida que
lo “recompensa”.
Podemos mencionar un ejemplo de esto cuando una pareja, como hay muchas, sigue junta como por inercia:
no se dicen nada, se mantienen en una tranquilidad ficticia. En la evitación de decirse adiós:
“Estables”, “estacionarios”. Y es allí donde el trabajo es el mejor de los refugios.
La depresión, para muchos, por ejemplo, es preferible “ni mirarla” y no se reconocen sus síntomas,
negando la posibilidad de padecerla.
Y la mejor excusa es tener estrés, porque se puede relacionar con el trabajo, con ser “trabajólico”,
pero aceptar ser depresivos… “jamás”.
Solamente cuando se ha llegado al “llegadero”, y la sensación de angustia es insostenible, y la
enfermedad ha avanzado, es que se dirigen a un especialista.
Es común que los individuos que viven para trabajar, desarrollen una patología como resultado de un
ambiente de trabajo competitivo.
Así demuestran eficiencia, porque suponen que mientras más dan, mayor recompensa obtendrán.
La enfermedad es difícil de detectar, porque en apariencia se trata de personas bondadosas,
sacrificadas, progresistas. Estamos hablando de una adicción, que por lo general no se queda
en solo trabajo, sino que además es acompañada de medicamentos para la ansiedad, depresión, alcohol,
café, cigarrillos, comidas en exceso, entre muchas otras.
Cuando la carga laboral es progresiva y excesiva, al punto de perder el justo equilibrio entre su
vida personal y la laboral, entonces estamos hablando de un trastorno de personalidad, una adicción.
En la actualidad, la actividad excesiva, dependiente, compulsiva, el no poder dejar de trabajar,
afectando por esto sus relaciones sociales y familiares es considerada un trastorno psicológico.
Tiene síntomas que pueden variar o combinarse: desde un cansancio crónico, estrés, dolores de cabeza,
cuello y espalda, muchas veces la persona se mantiene muy irritable, hipersensible, con depresiones
profundas, hasta llegar a problemas de presión arterial e incluso, la muerte. La adicción es una
enfermedad.
Y las adicciones no hacen creer que sin eso a lo que somos adictos, no podemos seguir con vida. Y es
así que la enfermedad se introduce, ya que la vida de esa persona empieza a girar en torno al objeto
de adicción por el peso que tiene para él.
Entonces, en este caso, la manera en que la persona se calma es trabajando, pero ya no trabaja para
vivir, sino que el trabajo se le ha convertido en su medicina, en su tranquilizante, en su droga: vive
para trabajar.
El tratamiento contra la adicción al trabajo se realiza mediante diversas terapias. Se busca acompañar,
enseñar al paciente distintas formas de contención ante el impulso y la creencia de tener que vivir
para trabajar, enseñarle a conocer su organismo a través de diferentes técnicas y tratamientos para
que logre estar en un ambiente más relajado que el habitual. Es importante que la persona logre
reconocer el o los problemas que hacen que se coloque en estas situaciones de exceso y sobre todo a
tomar conciencia de cómo lo provoca.
Es necesario que la persona aprenda a reorganizar su trabajo y su tiempo. El trabajar horas y horas no
es sinónimo de eficiencia. Por el contrario, pueden ocultar una gran incompetencia y demuestran un muy
mal manejo del tiempo. La recuperación física es muy importante para poder disminuir los riesgos de
una enfermedad y para mantenerse en buen estado de salud.
El trabajo ocupa la mayor parte de mi vida. Sin embargo, no lo vivo como un trabajo. Y cuando esto es
así, ¡hasta el cansancio es placentero!
Irene Specht