Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

¿ES SANO HABLARLE A MI PAREJA DE MIS RELACIONES ANTERIORES? (II)

¿Atascados en un pasado que no pasa? Tal vez la mención contínua de la pareja anterior, la invitación que le hacemos a presentarse en la nueva relación es la forma como evitamos el verdadero contacto en la nueva relación. Así nos protegemos y evitamos una verdadera intimidad. ¿Por qué? Muy simple: ¡Porque tenemos miedo!

Miedo a ser rechazados, a no recibir el amor deseado.

Entonces, intentamos ignorar nuestra propia responsabilidad. Evitamos reconocer cómo contribuimos al resultado que obtuvimos o cómo somos también responsables de las heridas que han debido quedar atrás. Y esto sucede porque cuando ignoramos, no nos damos cuenta -o no nos hacemos responsables- de nuestras propias heridas. No existe oportunidad de entrega, ni se establecen vínculos, ni existe el amor exclusivo de la pareja.

Este temor impide que nos conectemos con la vida. Si preferimos quedarnos con lo conocido, es como una adicción, porque sabemos que no progresamos, que daña, pero nos quedamos en la comodidad de lo que es incómodo pero bien conocido.

Cuando a la hora de relacionarnos no admitimos nuestra vulnerabilidad como un elemento valioso, cuando no podemos relacionarnos con nuestras heridas, entonces nos defendemos echando cuentos, reforzando defensas y dañando la nueva relación.

Saboteamos y nos saboteamos, matando las posibilidades de crear la nueva circunstancia.

De cualquier modo, la vida sigue.

Aprendamos a comprender que hubo otros vínculos, que son anteriores a la relación; que los que llegaron o estuvieron primero tienen primacía; que, gracias a que hicieron un espacio y no están ahora, es que se abre la posibilidad de la nueva relación.

Y no importa si esa relación estaba legalizada o no. Aprendamos que la sexualidad, unida al amor, vincula. En cuanto dos personas hacen el amor -con amor-, se crea un vínculo, independientemente de si lo quieren o no, de si el mismo tiene sentido, si corresponde, es socialmente aceptado o no.

Por eso hablar de lo que nos pertenece no trae en nada beneficios a la pareja actual.

Lo que sí es muy importante de esa información es poder ubicarnos en espacio y tiempo reales. Que si bien siempre tendrán ese lugar en el orden de su llegada, cuando la pareja actual es consumada como tal, la que está es la que tiene validez.

No estamos hablando de una experiencia que va en contra de la naturaleza del amor mismo, como en la época de nuestros abuelos. A ellos se les obligaba a seguir viviendo el uno al lado del otro, incluso sin amor, simplemente porque la sociedad y su orden así lo exigían.

Es un orden antiguo, insostenible por lo antinatural. Esto trajo como consecuencia en nuestra sociedad confusión de muchas maneras, un proceso de inestabilidad, un caos, donde recibimos heridas y se las causamos a otros, en un probar continuado.

En ese probar podemos hablar sin cesar de las parejas anteriores como expresión de no saber estar presentes para la nueva relación.

Protegidos, arropados, detenidos y en la ilusión de lo que ya no está, de lo que ya pasó, en la ilusión que nos permite el mayor de los miedos, que es darle entrada a la novedad.

Lo nuevo es posible gracias a la apertura y a una nueva comprensión, es por esto que estar mirando lo que fue o reproducirlo es un obstáculo a la vida.

Hay un espacio íntimo e individual que sólo pertenece a nosotros.

Conversar, por ejemplo, sobre una experiencia sexual con parejas anteriores, puede que no cumpla función alguna, excepto despertar celos innecesarios en un momento dado.

Entonces hablamos demás: por incontinencia verbal, por el uso del confesionario confundido con sinceridad, porque "necesito que no me hagas lo mismo", o porque "necesito que se repita lo mismo".

Mejor es adoptar un lema: "Si no es necesario, no es sano".

Es conveniente sopesar lo que se va a decir antes de compartir con la pareja, porque no hay que decirlo todo. Eso no sirve para nada, más bien puede tener consecuencias nefastas para la relación.

Puede resultar más sano que cada cual se haga responsable de su historia sin cargar al otro.

Estas conversaciones sobre las parejas anteriores no las soporta la relación actual. Por el contrario, la debilita, porque se introduce un tercero en la relación que no es necesario ni sano.

Y una vez más, para este tipo de diálogo existen los espacios terapéuticos.

Irene Specht