Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

¿CÓMO SÉ SI ESTOY SOBREPROTEGIENDO A MI HIJO?

La sobreprotección no es un mal que sufren solamente los bebés. Puede ser experimentada en todas las edades y hasta en la vejez, porque tiene una característica particular que es inutilizar a la persona. Sobreproteger es lo contrario a respetar. Descalifica las formas en que la persona desarrolla sus actividades, condiciona sus pensamientos y hasta las formas de sentir.

Es suponer que la persona no es capaz de casi nada.

Cuando sobreprotegemos a alguien, el mensaje enviado es: "Yo sí puedo y tú no", "yo sí sé y tú no".

La persona del sobreprotegido suele entrar en el dilema de cómo vivir, ya que por lo general siente que si hace bien las cosas está mal y si las hace mal también está mal. Es un callejón sin salida.

"No puedes comer solo porque te mancharás", o "no puedes cocinarte tu comida porque eres hombre". "No vas al automercado porque no vas a saber escoger bien": en fin, les ordenamos el cuarto, le escogemos la ropa y hacemos todo por ellos y con esto la persona puede llegar a creer que realmente es un inútil.

Es interesante observar como las personas confunden mimar con sobreproteger. Mimar es una expresión de cariño, mientras que sobreproteger es malcriar.

A veces venimos de hogares desolados, fríos, o de largas historias de abandono. Entonces proyectamos en nuestros hijos esas carencias y comenzamos a pretender que ellos vivan la vida como nos tocó a nosotros sin darnos cuenta que ellos tienen la suya propia. Y a veces también comenzamos nosotros a vivir la vida de ellos en su lugar y repetimos ineludiblemente la misma historia de abandono, pero a la inversa.

Sobreproteger es una forma de abandono, ya que al malcriar a la persona no le prestamos suficiente atención.

Es una manera de actuar con comodidad para que no se salgan las cosas de control.

Por ejemplo: el niño quiere un caramelo y es la hora de almorzar. Llora y llora a gritos y comienza una pataleta. Entonces se le da el caramelo solo para que se calle la boca. No resolvemos el problema de fondo. No educamos sino mal-criamos. Lo abandono a su suerte y luego le armamos la vida. Así nos aseguramos de que sea un verdadero incapaz para manejar sus frustraciones del día a día.

Muchos estudiosos del tema consideran que la sobreprotección es la peor agresión que, de forma pasiva, un padre puede realizar hacia un hijo, ya que en realidad, bajo la apariencia de un amor mal entendido, lo que se logra es incapacitar a la persona para la vida.

Por lo regular, este tipo de actitudes de los padres hace en algunos casos que los hijos caigan en el consumo de drogas.

Es el caso de la codependencia: relaciones de parejas frustradas, problemas laborales, entre muchas otras consecuencias a lo largo de su vida.

En la medida que tenemos carencias, esas mismas carencias las vamos a proyectar en otras personas. Y con esos vacíos actualizados, comparados con sus vidas y las nuestras, vamos a pretender entonces que nuestros hijos hagan lo que nosotros no pudimos o no supimos hacer, y con el "detalle" de que ni les preguntamos si ellos quieren seguir ese camino.

Todas estas acciones y manipulaciones, conscientes o no en el ejercicio del control a los hijos y a otras personas, puede estar escondiendo en el fondo un enorme rechazo hacia ellos y el síntoma es una gran culpa que lleva al ejercicio de la sobreprotección como una forma de compensación.

Una sugerencia es abrir nuestro corazón y alma para escuchar y saber qué es lo que realmente ellos quieren o necesitan de manera autónoma. Darnos cuenta de que son diferentes a nosotros, aunque sean parte de nuestra propia piel. Que son personas capacitadas para vivir y confiar en lo que nosotros sembramos en las relaciones con los otros.

Podemos sorprendernos de la cosecha.

Y con ayuda y apoyo profesional nadie va a venir del pasado a limpiar las heridas, a llenar vacios y carencias que ya no pueden ser redimidos, puesto que pertenecen a la historia.

Si su caso es que usted es el sobreprotegido, revise sus carencias también y comience a revisar si está haciendo lo mismo con sus hijos. Permite que se equivoquen y que aprendan de sus errores, para que desarrollen sus talentos y saquen a flote sus instintos de supervivencia. Siempre guiándolos, pero sin interferir.

Nuestros hijos, parejas, amigos, lo agradecerán a la larga, porque empezarán a ejercer sus vida con el derecho a equivocarse, de volver a intentarlo, de volver a tropezar y volver a comenzar. De nuevo y otra vez. Hasta finalmente hacerlo diferente, que es el paso más grande hacia el crecimiento. Eso puede ser duro, pero siempre será más gratificante y enriquecedor que la sobreprotección.

¡Qué pequeñas son mis manos en relación con todo lo que la vida ha querido darme! Ramón J. Sénder

Irene Specht