Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

TENÍA A MI PAREJA EN UN PEDESTAL Y ME CAYÓ ENCIMA

Es importante que identifiquemos cuándo y por qué convertimos a nuestra pareja en un "Dios". A veces las personas necesitan resolver situaciones personales con aquellos que debieron estar presentes en su infancia, pero por alguna circunstancia, no estuvieron. Entonces ese o esos seres ausentes son necesariamente deificados, porque no llegaron o estaban inaccesibles para el contacto. Cuando se tiene esa carencia, la persona queda anclada en esos aspectos de su vida sintiéndose siempre pequeña, en un amor inmaduro, infantil, y por eso mira hacia arriba en la búsqueda de un amor inalcanzable.

Difícilmente se puede estar en una relación de igual a igual si se pone en un pedestal a la pareja. Si no hay paridad de condiciones, y paridad viene de la raíz "par", entonces, por definición, no hay pareja.

Si el uno no complementa al otro, no hay relación de pareja. La idolatría representa aquel amor ciego: que no ve, que no tiene conciencia de su propio ser, ni de sí mismo, ni de quién es el otro.

Así, la pareja se agiganta, adquiere una estatura desproporcionada y en lo absoluto acorde con la realidad. El desnivel, el considerar al otro más grande, termina con la relación porque al final lo idealizado en el idólatra es lo negado.

Esto se debe a que la persona requiere ser salvada y salvar al otro, porque salvando también al otro rescata en parte su propia seguridad.

En realidad, nadie puede rescatar a nadie.

Y en la pareja, cuando alguno de los dos se siente minusválido en relación al otro, y mezcla las heridas personales en la relación, termina creando una gran distorsión.

Cuando en una pareja, por ejemplo, uno de los dos tiene miedo a la soledad, se convierte en el perro faldero del otro.

Si a esta gran necesidad, sumamos las ideas que tenemos sobre cómo debe ser una pareja, inventamos una imagen, una historia, podemos llegar a idealizar a un príncipe azul o una princesa encantada.

Entonces cuando descubrimos que la persona no es quien nosotros nos inventamos, pues se nos cae encima con todo y pedestal.

*** La percepción sobre la vida y la felicidad en la pareja se aprende en la infancia, se proyecta en nuestras necesidades y las necesidades se distorsionan a través de las creencias.

¿Se nos cae encima o la tumbamos? Con estas creencias y situaciones no resueltas, se comienza una presión que por lo general el amor no tolera.

Cuando esto sucede, vuela y busca otro nido.

La pareja son dos personas diferentes que convienen en hacer un nuevo sistema (pareja), pero este propósito puede desvirtuarse.

Una pareja puede no vivirse como tal de distintas maneras: cuando uno de los dos idolatra o cuando, por el contrario, el otro se mantiene en una existencia egocéntrica.

Si cada quien vive aferrado al "yo", y a un seudo "nosotros", termina perdido en la diferencia entre ser o tener pareja.

Una vez más, la sugerencia es buscar apoyo profesional, aprender a responsabilizarnos de los pedestales que construimos con los materiales de nuestras propias carencias.

Poder comprender que las decepciones dejan de aparecer cuando se deja de mirar donde habitaba lo que nunca fue...

Irene Specht