LA NOSTALGIA SE ALIMENTA DE ILUSIONES
La nostalgia es la pena de verse ausente de algún lugar o de algunas personas.
Es la tristeza que causa la ausencia (o la pérdida) de alguien o algo muy querido. También nos
recuerda aquel que fuimos, observando al que somos ahora. Perdidos como en un laberinto de
tiempo del que no “sabemos” salir…
La nostalgia no tiene prisa porque es atemporal, y cuando de amor se trata, pues nada es "para
ya", y espera en el silencio de las ilusiones y las utopías de las que se alimenta.
Viaje imposible que se hace realidad sólo con entrar y crear en nuestra memoria.
No es una aparición: la creamos. Somos los dueños de nuestros recuerdos y pensamientos, y de
lo que hacemos con ellos.
Hay quien opina sobre la nostalgia como el ejercicio de recordar el pasado, que es sano si
sirve para vernos tal y como somos hoy. Distinto de anclarse en los recuerdos de forma
obsesiva y dolorosa.
Podemos sentirnos invadidos por imágenes, sonidos, palabras, sensaciones que vienen de nuestra
historia acompañados de pedacitos de nuestra vida y con emociones que se han instalado en
nuestro interior.
De alguien escuché un día que “Es como si de un golpe todo el pasado vivido quedara resumido
en esa estampa agridulce”.
Alimentamos a la nostalgia con la sabiduría que trae el eco de palabras de antes, antiguas,
actualizándolas en el presente para sentirnos seguros. "Esto ya lo manejamos", "esto es el
territorio de lo conocido". Y lo que sabemos hacer, es seguro.
Nutrimos la nostalgia con fragmentos de pasado, poemas, cartas, escritos. La sentimos en
nuestras células, en la topografía de quienes somos. Es un documento enviado al aire y que
llega al lugar de nuestra soledad para quedarse clavada como señal urgente donde ya no habita
nadie.
Investigaciones recientes demostraron que a través de la nostalgia se pueden contrarrestar
algunos efectos nocivos de la soledad, al aumentar nuestra percepción de apoyo social. Y en
ese mismo estudio, se descubrió que la soledad puede disparar la nostalgia.
Otros estudios plantean que otra función de la nostalgia es reforzar los vínculos entre
nuestro pasado y nuestro presente.
Que puede darnos una visión positiva del pasado y ayudarnos a desarrollar un mayor sentido de
continuidad, trayendo más significado a nuestras vidas.
Otros investigadores conjeturan que la nostalgia puede tener mucha importancia en los
ancianos, porque ellos son más vulnerables al aislamiento social y, por esto, la nostalgia
puede ayudarles en sentimientos de soledad, por ejemplo.
Esto tiene sentido porque mucha gente a la hora del retiro regresa a sus lugares de origen
para el encuentro con esas viejas emociones, cerrando círculos de la existencia, buscando que
el alma encuentre reposo en la serenidad, en la nostalgia del lugar que representa el "eterno
retorno", lo que de algún modo representa un pedazo de "eternidad".
Es muy interesante que en la recreación de las ilusiones solemos ser los protagonistas, aunque
en nuestras escenas nostálgicas, por lo general, estemos rodeados de familiares y amigos.
Considero vital poder revisar muy bien cuando esta nostalgia es patológica y se convierte en
depresión, que es un estado a ser tratado por médicos psiquiatras para su reversión.
Las ilusiones no son ni buenas ni malas. Solo son. Puede que frecuentemente soñemos con el
regreso a la infancia, a la adolescencia, a un lugar donde amamos la vida y sentimos paz.
Así, los viajes, los pueblos, sus gentes, sus calles, sus entornos, los paisajes, comidas de
familiares, olores, entre miles de vivencias permanecen y vamos recogiéndolas en el camino. Es
lo único que nos podemos llevar cuando nos toque partir.
"Cuando hay alegría, podemos escuchar la luz. Cuando hay tristeza, solo la vemos".
Irene Specht