Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

ME ENFERMO MUCHO: ¿ESTARÉ DEPRIMIDA?

Comencemos por decir que una depresión o trastorno depresivo es una enfermedad mental que interfiere con la vida diaria de la persona reduciendo su vitalidad. Estudiosos afirman que la depresión no sólo afecta al cerebro y la conducta de la persona que la padece sino que afecta a todo el cuerpo, porque puede llegar a sentirse dolor que si no se trata a tiempo se puede convertir en crónico.

Muchas personas no se percatan de que están a las puertas de una depresión o que están deprimidas. Se han acostumbrado a vivir de ese modo.

Es importante diferenciar lo que es una tristeza, que es un sentimiento normal ante un evento negativo o una situación de decaimiento de la moral. La tristeza puede estar presente en una depresión, pero la tristeza no es depresión.

En una depresión podemos notar algunos síntomas como una tristeza que no se va, sensación de vacío, ansiedad, irritabilidad, intranquilidad, desesperanza, pérdida del sueño o, al contrario, dormir de más o por lapsos cortos de tiempo, pérdida del interés, cansancio constante, impotencia, dificultad para concentrarse o tomar decisiones, problemas para recordar detalles, pensamientos fatalistas, comer en exceso (o no comer), dolores de cabeza, calambres, etc.

Los dolores y enfermedades pueden tener diferentes causas, pero algunos dolores parecieran no tener causa aparentemente, y producen una baja en la calidad de vida.

De muchas formas podemos enfermarnos: nuestro organismo reacciona ante las situaciones de la vida porque estamos permanentemente en contacto con nuestro entorno percibiendo y modulando nuestras experiencias a través de nuestro ser, donde influye la genética, nuestra historia individual y colectiva, en fin, nuestra cultura.

De esta manera los episodios de la vida diaria son armadas por nuestras percepciones y concebidas en base a sensaciones, representaciones y juicios, dando lugar al acto intelectual, y así son interpretados. De este modo, la persona percibe lo que quiere y lo que puede.

Ante algunas circunstancias se pueden presentar situaciones que la persona va a percibir como amenazantes. Por ejemplo, en el trabajo, en la familia, en la pareja, en la calle… la persona inevitablemente reaccionará con todo su cuerpo para defenderse. El desencadenante de la reacción, si le es amenazante puede ser placer, dolor, rabia, miedo, etc.

Ciertamente podemos reaccionar a muchas cosas y de muchas formas, porque nos adecuamos a las situaciones creativamente para poder lograr el equilibrio más eficiente en el momento generando así las respuestas, las cuales pueden ser adecuadas o inadecuadas.

Todo esto produce lo que llamamos “tensión adaptativa”, la cual tiene componentes cognitivos, afectivos, conductuales y una serie de cambios que por lo general van en armonía y son coherentes, si hay salud.

Desde niños ante una frustración podemos ver las reacciones que pueden surgir. Todas nuestras percepciones, nuestro estar vivos se expresa a través de nuestro cuerpo, del sistema motor, si la situación no es muy amenazante para la persona, resuelve y continúa su camino, pero si la situación tiene un significado doloroso, frustrante, amenazante, etc., entonces la persona hace un esfuerzo para controlar la situación y lo hace con su cuerpo: aprieta los puños, se corta la respiración, se traga las lágrimas, lo que produce una contracción en su sistema. Con el tiempo, la persona aprende de este modo a controlarse. Sus percepciones y su expresión están al servicio del control, convirtiéndolo en un hábito y hasta en su forma de reaccionar, de vivir. Lo que puede terminar en una enfermedad.

Una adaptación adecuada consiste en sobrevivir y crecer, haciendo lo que se quiere de manera eficiente y con el mínimo de costos posible, en razonable armonía consigo misma y con el medio ambiente.

Por ejemplo: retirarse o participar de situaciones o de cualquier tipo de reacción, producto de una adaptación adecuada. Lo contrario produce enfermedad porque ésta es un fracaso de adaptación adecuada.

Esto pasa porque toda nuestra fisiología está dirigida hacia la homeostasis, que son los mecanismos de adaptación del organismo, la cual permite interactuar con el medio ambiente sin que el individuo se disuelva en él, conservando su identidad.

Así la información que tenemos sobre los afectos y como los experimentamos es lo que podemos llamar “la señal fisiológica”, que nos indica el funcionamiento en el sistema adaptativo, generando la reacción del organismo. Puede ocurrir que el sistema adaptativo existan bloqueos. En este caso el organismo sigue funcionando hasta que la señal comienza a escucharse en las vísceras. Entonces se ha producido una alteración del mecanismo de adaptación. “Cuando las respuestas son inadecuadas” el componente afectivo da la señal: “Me siento mal”.

La ciencia aún desconoce la relación entre la depresión y las enfermedades, lo que sí se sabe es que muchas de estas enfermedades ocurren simultáneamente. Los dolores corporales son un síntoma común de la depresión.

No se puede esperar que una persona, ni siquiera los niños, estén siempre alegres. Ni una tristeza explica una depresión. Lo mínimo de un buen funcionamiento es sentirse bien, una persona sana la mayor parte del tiempo se siente bien con su trabajo, descansa, se relaciona, se mueve aunque de cuando en cuando pueda sentir tristeza, decepción, frustración pero no depresión.

Una persona triste se alegrará ante la expectativa de alegría. La persona abatida recupera la fe al cambiar la situación, podrá levantarse cuando desaparezca el problema. Pero nada levantará a una persona deprimida. No responderá, más bien la expectativa de alegría podría servir para que se hunda más en su depresión.

La depresión es una enfermedad que puede formar parte de la vida de cualquier persona, no tiene edad, sexo o condición social, todos podemos estar expuestos en algún momento de nuestras vidas a confrontar situaciones que nos lleven a la depresión o de algunos de sus síntomas. Por ser todos diferentes también se puede presentar por distintas causas y con distintos síntomas. He aquí la importancia de un buen diagnóstico profesional para conocer el desarrollo de cada situación en particular, ya que de esto depende el tratamiento adecuado. Asistir al médico, al psiquiatra, al psicólogo.

La depresión no es sólo un problema de quien lo padece, afecta también a las personas que conviven con la persona deprimida.

“La persona deprimida es una persona que ha perdido su fe”.

Irene Specht