SOY ALÉRGICO AL COMPROMISO: ¿QUÉ PUEDO HACER?
Muchos confunden compromiso con obligación. El compromiso es un acto
voluntario, desde la libertad. Es el ejercicio directo de la libertad. Hay personas que
piensan que si contraen matrimonio, pierden la libertad.
Esto pasa si se casan por obligación, es decir, por “causa de”, se ven “obligados”, se ligan.
Mientras que desde la libertad, la persona puede comprometerse y decidir libremente si
contrae o no matrimonio.
El “Compromiso” es una palabra grande
Hablar de “alergia al compromiso” es cuando menos inexacto, porque una alergia es una respuesta
del sistema inmunológico del organismo cuando entra en contacto con una sustancia que es inadecuada.
En este caso, ser “alérgico al compromiso” significa más bien un rechazo a cumplir con la palabra
dada, ya sea porque se le considera una obligación, una atadura, una obligación con el otro que
sencillamente no se quiere o no se “puede” (entre comillas) cumplir.
Por lo tanto, la expresión “soy alérgico al compromiso” introduce un ingrediente importante: la
huída y la evasión. Y bajo la supuesta “alergia” no hay otra cosa que la pretensión de eludir una
responsabilidad.
Cuando una persona verdaderamente se compromete, es responsable de su compromiso por una sencilla
razón, que nace de la necesidad de estar, de pertenecer, de actuar y de hacer, de amar.
Entonces la persona es responsable, porque responde congruentemente ante lo que siente. Ante lo
que considera importante. Y suyo, porque es de su interés.
Un hecho evidente es que venimos a la vida a partir de alguien. Seres que, comprometidos o no,
pusieron sus propias vidas en juego para garantizar la nuestra. Es así como nacemos vinculados al
origen.
Ellos, nuestros padres, son nuestro primer compromiso…
Dependiendo de la forma en que la persona aprendió a crear vínculos en su infancia le resultara
más fácil o más conflictivo comprometerse en su vida.
Es importante tener claro que de ninguna manera esto significa que una persona con una experiencia
desvinculante, y no tan feliz, no pueda adquirir compromisos a lo largo de la vida, o en sus formas
de relacionarse y actuar o de amar. Incluso de darle sentido a su existencia y hacerlo diferente a
lo que fue sus experiencias anteriores.
Entonces, ¿qué hacer?
Comprometerse con la propia vida es el primer paso, darle pasión y sentido de ser, de estar, de la
existencia por sí misma porque esto nos enseña a respetarnos, a responder, a ser responsables con
nosotros mismos.
Este ejercicio de la libertad, del amor y la consideración es lo que podemos ofrecer a otros
cuando, reconociendo nuestra fuente familiar, asumimos ser la génesis de otros cambios. Cuando nos
atrevemos a profundizar nuestra experiencia de estar vivos, lo cual nos permite madurar y ser
responsables.
Es fundamental saber que estar obligado no es comprometerse.
El compromiso debe darse desde la libertad, y bien consciente de la necesidad para que prevalezca
el interés. Es la respuesta congruente ante el nexo creado.
Es conveniente comprender que con la misma libertad que contraemos un compromiso, podemos romper con
él si éste es dañino a nuestra integridad, si nos limita la vida, si termina por enfermarnos.
Saber que poder amarse a sí mismo no es un acto de egoísmo, que no deja por fuera el poder amar a
los demás, porque el amor a sí mismo y al otro están profundamente vinculados. Sobre todo cuando el
amor no es artificial, sino un amor de verdad, comprometido.
Una persona egoísta está incapacitada al compromiso porque además de no entregarse a la experiencia
riesgosa de amar a otro, no se ama a sí misma. No se puede dar de lo que no se tiene.
“Por más que sople el viento, una montaña nunca se arrodillará a su paso”. Anónimo
“Bienaventurado el que sabe que compartir un dolor es dividirlo, y compartir una alegría es
multiplicarla”. Facundo Cabral
Irene Specht