¿UNA BUENA NALGADA A TIEMPO ES BUENA PEDAGOGÍA PARA MI HIJO?
La misma mano que acaricia es la que golpea… y más importante aún: quien la
recibe “lo lee todo en su piel”: El doble mensaje, porque te quiero te aporreo… Estas manos
que mecen la cuna, de veras que pueden convertirse en la representación de la vida real de
una película de terror… Se hace necesario, sino imprescindible, tener claro que en esa cuna
están presentes aquellos que en el futuro tendrán en sus manos la responsabilidad de guiar
al mundo…
Ser padres “equilibrados” en nuestros tiempos es realmente una aventura, una hazaña de titanes.
No existe nalgada alguna -ni a tiempo- para disciplinar. Lo que sí existen son los padres y
adultos que necesitaron no ser maltratados y una orientación para educar sin maltratar.
En una entrevista de radio en nuestro país, el doctor Carlos González, pediatra español,
asesor de la Liga Internacional de La Leche y autor del best seller “Bésame Mucho”, en su
intento de derribar los mitos de la crianza de los niños, hizo un comentario brillante y con
mucho humor en relación a que el Estado prohíba pegarle a nuestros hijos:
“Si permitimos al Estado que nos prohíba pegarle a nuestro hijo, luego nos va a prohibir
pegarle a la esposa…”, dijo, y agregó:
“A ver, ¿acaso nos parece normal pegarle a la esposa, al marido, a un empleado, a un camarero
porque nos atendió mal? No. Porque la gente civilizada no le pega a nadie. Pero pegarle a tu
propio hijo, un niño indefenso y vulnerable que depende de ti para que lo protejas ¿sí que te
parece normal?… Ajá, pues más claro no canta un gallo, como decimos en mi tierra”.
No tiene ninguna justificación pegarle a un niño.
Si usted creció a golpes y esto le parece “normal”, es otra cosa. Si al disciplinarlo a usted
le “sirvió” ese modo y por eso le parece una educación adecuada, sería bueno que empezara
reflexionando sobre si esos impulsos que reprimen y castigan abren o cierran los canales de
comunicación en su relación con sus hijos.
También la indiferencia es una manera de nalgada, un golpe al alma donde el niño sufre la más
auténtica exclusión y desatención.
Para algunos es no prestar atención a las malcriadeces del niño, pero, ¿quien lo cría o malcría?
Si no se es capaz de encontrar un límite interno apropiado en usted que le permita pensar
antes de actuar, tener la paciencia y un lugar emocional donde su conciencia le dicte que
pegarle a su hijo o hija -sea cual sea el problema, la intención o intensidad-, es maltrato y
es violencia, entonces usted necesita buscar ayuda.
Y si para usted esto no tiene sentido y lo justifica, no hay nada más que hacer… Será madre o
padre de un niño maltratado. Además, con esto estará enseñando al niño una manera inapropiada,
desproporcionada y brutal sobre algo tan normal como lo que es poner límites.
En conversaciones con familiares, amigos o conocidos sobre como criar a los niños de manera
respetuosa o sin violencia, ni gritos, humillaciones o golpes, incluyendo las “benditas”
nalgadas, a muchos les parece que son ideas nuevas de estos tiempos, que son inventos y que
no va a resultar, aduciendo que a ellos los criaron con nalgadas y no los traumaron y cosas
por el estilo.
No empero, la idea del vínculo paternal viene viajando por los estudiosos desde los años 50
del siglo pasado, aduciendo que el apego, el vínculo entre padres e hijos, está presente hasta
en los primates, que es una “necesidad biológica” y que en cada fase del crecimiento, los
niños buscan la protección, el contacto y proximidad de sus adultos, lo que ha sido durante
toda la existencia del ser humano la clave de la supervivencia, lo cual dista mucho del maltrato.
Cuando al niño solo se le contacta a través de los golpes, este lo confunde e interpreta como
una forma de ser atendido y al final -por paradójico que resulte- como una caricia. Es
simplemente la única forma de contacto físico que conoce. Y con ese mapa grabado en su ser,
buscará en el futuro en sus relaciones a alguien que lo “ame” de ese modo. De lo contrario,
creerá que no es amor. Porque lo que recibió en su casa bajo ese nombre fue palos y no podrá
relacionarse afectivamente con quien le brinde un trato distinto.
Los niños hacen berrinches o pataletas entre los 18 a 36 meses de edad aproximadamente.
En esa etapa de su desarrollo expresan su frustración y rabia tirándose al suelo, pataleando y
gritando al no poder hacer algo o lograrlo. Si no consiguen lo que quieren de inmediato, o
sienten una gran contrariedad ante una orden que les desagrada, dependiendo del estilo, los
niños pueden llegar hasta a angustiar a los padres reteniendo la respiración en vez de llorar
ante un ataque de cólera.
Al pegarles o ser gritados, estas conductas se ven favorecidas en muchos casos por el carácter
fuerte o agresivo del niño, en otras circunstancias por límites muy severos en su crianza.
También el niño sabe cuando un no significa realmente no. De este modo adquieren una gran
capacidad para poner a prueba y manipular a sus padres.
En mi próximo artículo, seguiré tratando este complejo e interesante tema y les aportaré
algunos otros datos sobre las formas de poner límites sin violencia y con amor para lograr
el respeto, la disciplina y favorecer las conductas más adecuadas en nuestros hijos.
Irene Specht