Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

LA ÚNICA MANERA DE AMARTE ES CUANDO YA NO TE TENGO

Hay quien hace todo para que lo dejen solo para después ir por el mundo diciendo lo mucho que sufre. Esto se presenta de manera muy clara en las personas celosas, que se mantienen siempre buscando el cacho: "¿Dónde estabas?", "¿Con quién estabas?"... "¿A qué hora vienes?"... "¿Te fijas?... ¡Me engañaste!".

Este comportamiento tiene su objetivo. La persona celosa busca romper la relación sin ser la responsable de la ruptura para culpar al otro.

Cuando las personas no aprenden a amar sino a extrañar, hacen lo imposible por alejar a otros de sus vidas. Establecen así una dinámica de maltrato/reconciliación.

Hacen del hogar un campo minado. Diseñan el escenario para el desamor. Se convierten en perseguidores y terminan persiguiéndose a sí mismos. Por un lado, se victimizan, se echan a un lado, se menosprecian, y por el otro, reaccionan con actitudes de provocación, amenazando constantemente con terminar la relación.

Esto no es amor. Esto es dependencia.

Hacemos todo lo que está en nuestras manos para que el otro se marche. En cada pelea, crítica, descalificación, abandono, entre otras muchas manifestaciones de desamor, se cae un pedazo de la relación y el problema es que muchos no hacen ni el menor intento por recogerlo. Ni se dan cuenta de cuán destrozado cayó. Así, el insulto, el grito y el maltrato derrotan la esperanza.

Nos habituamos a estas dinámicas como si se tratara de algo natural o inevitable. Los rituales del desamor se nos hacen familiares y rutinarios. No es intencional. Creemos que el otro nunca va a reaccionar al desprecio, que nunca se cansará de sentir que su presencia ya no es válida en la relación.

Al pasar un tiempo, conseguida la separación, el conflicto, que sostenía la relación, comienza también a extrañarse, tanto como se extraña a la persona misma por la que hemos hecho todo para que nos deje.

Cuando alguien que ha sido especial en nuestras vidas comienza a ignorarnos, esto nos duele mucho. Tanto, que a veces nos vemos en la necesidad de fingir que no nos importa.

Así, vivimos el presente pensando en el pasado. Es como dar tres pasos hacia adelante y dos hacia atrás. No podemos vivir sin extrañar al otro, al que “sacamos de nuestras vidas”.

De esa manera, tratamos de mantener la dinámica, el guión de vida aprendido, que más que un vínculo de amor, es un vínculo de horror, una relación de dependencia.

* * *
Después de haberlo hecho todo para echar de nuestro lado a esa persona que nos acompañaba, nos damos cuenta que ahora nos hace falta.

Justificamos el haberles hecho la vida imposible, entendemos que no es todo defectos sino que tiene una gran cantidad de atributos que nos unieron en su momento.

Y lo peor: nos damos cuenta de que disculparnos no cambiará nada de lo que pasó, y culminamos de nuevo con el fatal argumento de que "si me perdona, no podré evitar que vuelva a suceder".
* * *

Querer buscar la solución sin ver el problema es lo peor que nos puede pasar.

Si nos damos cuenta de lo que hicimos en su momento para que esa persona se fuera, podemos actuar diferente. Si miramos internamente con honestidad y reconocemos las barbaridades que cometimos, podremos vernos de verdad en el espejo.

Dejaremos así de relacionarnos de una forma irreal, creyendo que en todos mis momentos ese otro está presente, solo que de una manera ausente... La conclusión es desalentadora:

"La única manera de amarte es cuando ya no te tengo". Pero... ¿Realmente te extraño a ti, o a alguien que nunca regresó en nuestra historia, o a alguien que yo me inventé?

Porque cuando extrañamos a alguien, vemos solo lo bueno, por la dependencia que sentimos, y olvidamos lo que fue la relación en su última fase.

Muchas historias en nuestra familia influyen tanto en lo que somos como en quienes escogemos para relacionarnos. De allí que “hice todo para que me dejaras y ahora me haces falta” es una frase que viene siempre de algún lugar que nos pertenece y que a la vez es compartido.

Irene Specht