Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

REABRIENDO HERIDAS O CERRANDO CICLOS

Cuando elegimos la pareja, no somos tan libres como imaginamos, ya que nuestra escogencia por lo general viene matizada por una gran cantidad de situaciones y necesidades no resueltas durante nuestra historia de vida.

Al sufrir el desamor, el miedo, el abandono, entre muchas otras formas, la mayor necesidad es curar las heridas de esas experiencias de vida. Así, con esta aspiración, vamos a elegir el perfil de una pareja que cumpla para tales fines, con la ilusión de poder cerrar y satisfacer lo que no se logró en su momento, y actualizamos estas vivencias pasadas en nuestra realidad presente.

En el camino del encuentro con el amor, muchos creen que es seguridad, que es dejar de ser yo para convertirme en otro; o que otro se convierta en un alguien que represente lo que es el amor de quien “ama”. También amar para algunos es sometimiento y obediencia. O vivir la vida de otro (Dependencia).

Existen tantas formas como personas. Amar entonces puede tornarse muy confuso. Si una persona vivió en un hogar inseguro, el amor significa su necesidad de seguridad e irá a buscar seguridad con nombre de amor, como un niño asustado. Entonces va a pedir pruebas de ese amor, va a exigir en su elección que se le cumplan sus expectativas porque se convierte en un tema de seguridad y justicia, dándole un matiz de combinaciones fulminante entre lealtades, inseguridades, amar con miedo, culpa, resentimientos... sin poder tampoco ofrecer esa seguridad, ya que lo que hace es cargar a su pareja con demandas que hacen demasiado pesada la carga para ambas partes.

Cuando no cerramos estos ciclos de nuestra vida, vamos a encontrar parejas equivalentes a las personas que nos cuidaron. Y desarrollaremos las mismas estrategias de la infancia en las dinámicas de pareja, caminando de ese modo hacia una frustración similar a la de nuestra propia historia, ya que repetiremos esas viejas escenas reabriendo heridas que manteníamos calladas ¡esperando sanarlas en la “relación de pareja”!
Muchas personas no dejarán de pensar, sentir, actuar y ser como lo aprendieron porque se habituaron a vivir de ese modo. Para hacerlo de una forma diferente es necesario tener la disposición de limpiar las vivencias dolorosas, amenazantes y molestas del pasado para poder tener una relación sana en el presente.

Deseamos sentirnos completos, seguros, pero esta seguridad nos pertenece por completo. La pareja es un complemento, no un sustituto.
El amor incondicional se logra sólo cuando nuestras necesidades estás satisfechas. De no ser así, es codependencia, no amor. Las heridas que son el resultado de nuestras historias de vida nos obstaculizan la libertad en el camino. Provocan tensiones innecesarias y nos impiden el libre desarrollo y la satisfacción de nuestras necesidades actuales, donde la pareja no tiene ninguna responsabilidad.

El camino de la libertad a veces es muy empedrado y nos toca atravesarlo con nuestra propia compañía. Aunque alguien más nos acompañe, siempre será su experiencia, no la mía.

Para cerrar, comparto con ustedes un pensamiento de Joan Garriga:

“Pienso que con el tiempo hay todavía un amor más profundo que vendría a decir “Te veo y, por tanto, veo de dónde vienes, veo tu camino único y singular… Incluso veo que tal vez no te quedarás conmigo para siempre” (...) “Se reduce más el Ego, porque este amor conlleva no sólo amar al otro, sino amar el camino propio que lo impulsa, amor a sus impulsos, amor a sus orígenes, amor a su destino. Pero éste sería un amor muy desarrollado… Tenemos que reconocer que, a veces, aunque perviva el amor en una relación, lo mejor es dejarla”.

El darnos cuenta de cuánto nos iguala nacer, morir y amar, es la experiencia de cómo cada uno de ellos (cuando emerge) nos desarma. El nacer y el morir se materializan en un instante y su expresión es muy clara: la diferencia se vive en el amor, que necesita confirmarse a través de una comunicación visible, palpable y deliberada de la elección. Cuando se nos pone frente el amor y lo ignoramos, rechazando darle forma, éste desaparece y sólo se manifiesta una sensación enrarecida de su ausencia.

Irene Specht