CONSTELACIONES FAMILIARES: UNA LLAVE PARA SANAR
Muchas veces el universo puede ayudar a explicar fenómenos que se dan en la
vida diaria de una persona. Por ejemplo: así como una constelación se refiere a un grupo
o conjunto de estrellas y planetas que forman parte de un sistema que se encuentra en continua
interacción, sucede igual con los seres humanos al ser partícipes de un sistema que se inicia
con la familia y se dirige hacia otros grupos humanos.
La diferencia radica en que, además de regirse por leyes naturales como ocurre con los
planetas y las estrellas, los hombres y mujeres también se manejan por leyes espirituales,
familiares, sociales y culturales, formando así un sistema tan complejo como maravilloso, del
cual mucho se puede aprender y del cual mucho se puede desentrañar para ser mejores cada día.
Grosso modo, es en esto en lo que se basa el método terapéutico de Constelaciones Familiares
propuesto por el alemán Bert Hellinger, teólogo, educador y filósofo, pero además
psicoterapeuta formado en diversas disciplinas como el psicoanálisis, el psicodrama, la
terapia primal, la hipnosis y la terapia sistémica familiar, de la cual se valió en gran medida
para dar con su particular descubrimiento hace ya más de dos décadas y luego de haber estado
investigando sobre ello por más de 30 años, en gran medida inspirado por lo que vivió junto a
miembros de la tribu zulú en Sudáfrica, donde observó la relación tan especial de respeto y
paciencia mantenida entre los miembros de una misma familia.
Concretamente, según explica Irene Specht, presidenta del Instituto Venezolano de Escuelas
Holísticas y consteladora acreditada por el Instituto Bert Hellinger de Venezuela, este
estudioso del comportamiento humano propone que “cada persona es parte de su sistema familiar
y depende del mismo para su existencia y calidad de vida”.
En otras palabras: cada individuo pertenece a una familia, y cada familia es un sistema. Así
que cuando algo afecta a uno de sus miembros, esto repercute sobre el resto de ellos. De allí
que digan sus seguidores que cuando una persona no logra solucionar una situación que le
afecta (como por ejemplo problemas de adicción, depresiones, enfermedades, problemas económicos
o de trabajo y divorcios), esto puede haber sido ocasionado o activado por algún familiar,
bien sea del presente o del pasado.
Convencido de esto es que Hellinger propone el método de Constelaciones Familiares como una
vía para descubrir, precisamente, en cual punto de ese sistema ha estado la traba (o
“embrollo”) para que la vida de una determinada persona no logre fluir como se desea. Según
asegura el alemán, sólo a partir de ese hallazgo es que puede darse una sanación verdadera.
Quiénes, cómo, cuándo:
Pertenecen al sistema familiar el padre, la madre, la pareja (actual o no), hermanos, tíos
(no así los sobrinos), abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y más atrás; incluso animales con los
cuales se ha establecido un vínculo muy fuerte pueden llegar a conformarlo, según advierte Specht.
Un constelador familiar no puede ser cualquier persona, según bien se ocupan de aclarar quienes se
han dedicado a estudiar y practicar este método en Venezuela. “Es importante tomar en cuenta el
poder que encierra este trabajo... Si no sabemos manejarlo, si lo hacemos sin asumir la
responsabilidad que implica, es decir, sin ver las consecuencias que puede tener para nuestra alma,
podemos encontrarnos algunas veces en un callejón sin salida, no para nuestra intelectualidad sino
para nuestro más profundo ser”, escribe al final de su libro Ecos del pasado Carola Castillo.
Castillo, pionera en Constelaciones Familiares en el país, ideó la manera de trabajar en esta terapia
ya no sólo con el apoyo de un grupo sino de forma individual. Para ello creó unos muñequitos
(figurines sistémicos) que fungen de representantes de cada miembro del sistema y entran a actuar en
función de cada “recurso” que se quiera abordar.
Para que una sanación se pueda llegar a dar a través de una constelación familiar hay una palabra
clave: asentir, o lo que es lo mismo, aceptar como cierto. Según explica Irene Specht, esto va más
allá de perdonar o aceptar simplemente... “Cuando yo perdono, hago un juego, me pongo en una posición
superior y cuando acepto también estoy haciendo un juicio. En cambio, cuando asiento, lo acepté
plenamente, lo liberé todo”.
Irene Specht