VENEZUELA: DE CERO EMIGRACIÓN A HUIR POR SUPERVIVENCIA
Venezuela está enferma, “traumada”. En estos años, pasamos de ser “el país de
cero emigración” a un territorio desmantelado que huye por su propia supervivencia.
Mientras unos lucen paralizados ante la casi nula capacidad de digerir tantas pérdidas, están
por otro lado los que atacan, asaltan, roban y matan.
Los conseguimos hasta en el tráfico, en las calles, en el abuso cotidiano del servidor público,
del policía, lo hallamos en la corrupción del militar, en la pésima atención del burócrata y
en el funcionario desalmado que después de largas colas para conseguir comida, encima de eso
te maltrata.
Ya ni los ancianos tienen espacios para ser atendidos sin que desfallezcan en el intento.
El abuso es Ley. Ley que se convierte en castigo para los que trabajan y en el paraíso para
los que viven de los otros… sin trabajar.
Venezuela, Paraíso Terrenal, Tierra de Gracia que Dios dotó de todo tipo de riquezas, está
herida. Nunca antes tan pobre. Mi país… el de las grandes fiestas y la alegría de las orquestas
de baile, la de la risa del llanero que se vino a la capital con su carga de ordeño, canto y
humor, la Venezuela del cantor que se hizo grande honrando sus raíces y salió de su pequeña
aldea a conquistar el mundo, Venezuela la de la eterna primavera en el rostro de sus mujeres
triunfadoras, la de los brazos abiertos a todo aquel que necesitara de nuestra hospitalidad,
esa Venezuela parece que ya desapareció y efectivamente ya hoy pocos la conocen. Otros la han
olvidado, y muchos de los que afuera la conocieron, hoy nos cierran las puertas, qué irónico…
Y puertas adentro… nos hemos convertido en un infierno de bachaqueros desalmados aupados por
los revendedores del espíritu que se disfrazan de políticos.
Dolorosamente vivimos una realidad nunca antes vista. Somos un caso único aunque el resto del
planeta viva penurias parecidas en este convulsionado siglo XXI.
Hablar de trauma en el caso de Venezuela no creo que sea exagerado. Más bien me puedo quedar
corta al observar con gran pesar e impotencia la realidad: en Venezuela son asesinadas más de
25 mil personas al año simplemente por un mal gesto, una mala palabra, o el atrevimiento de
exhibir un par de zapatos, un reloj de marca o una bolsa de Harina PAN. Y también por profesar
una ideología diferente.
Me pregunto: ¿es que dejamos de ser humanos? ¿En qué nos hemos convertido?
Nos mantenemos en un toque de queda permanente, auto-impuesto. Y ahí están las huellas activas
del trauma.
La palabra trauma proviene del griego y significa herida. Es una lesión que puede ser generada
por un agente externo o un golpe emocional, dejando un daño que puede ser definitivo en la
persona.
Los traumas físicos son heridas que dejan marcas en el cuerpo, pero ¿qué pasa cuando nos ponen
una pistola en la cabeza? ¿O cuando a un preso político en vez de golpes y electricidad se le
aplica la tortura psicológica?
Los traumas emocionales también son heridas graves, y por lo general más duraderas y peligrosas
para la persona, ya que ponen en peligro su bienestar general y físico.
Físico o psíquico son expresiones humanas, demasiado humanas, porque ambas se manifiestan a
través del sistema motor en forma de síntomas y reacciones. Tenemos mecanismos de defensa para
relacionarnos con el medio ambiente. Ante un ataque, podemos paralizarnos, atacar de vuelta o
huir.
Y Venezuela como país también es un organismo vivo, y reacciona de igual manera y puede optar
por cualquiera de esas acciones. Y los demás países también.
Ahora somos testigos de la indiferencia de organismos internacionales ante el grito de ayuda de
quienes sabíamos que esto pasaría y de quienes nunca lo imaginaron.
Si nuestro Churum Merú o Salto Ángel fuese destruido para arrancarle de sus entrañas el oro y
las piedras preciosas, si todos los mercenarios se mataran entre sí para apropiarse de El
Dorado, y eso nos dejara indiferentes, tal vez así podríamos ver mejor las huellas de nuestro
trauma.
Tal vez entonces ya habremos llegado al fondo. Tal vez no sabremos nunca dónde queda el fondo.
El terror, la avaricia, la descomposición social crece, se reproduce y nunca muere.
Lo eterno vive entre tú y yo y no es bueno ni malo. Solo es más grande que nosotros.
Necesitamos mirarlo… más allá de nuestros ojos para llegar a ser quienes realmente somos y
poder superar las pruebas y ganar nuevos aprendizajes.
Volveré a mi azul, volveré al paisaje feliz de mi país con sus niños jugando, volveré a ser
libre y a vivir en paz, cuando la realidad de adentro sea más grande que la de afuera. Solo
mirando mi grandeza, recuperaré a mi país. Porque entonces ya no seré un soñador más ni seré
el único, como dijo el poeta.
Irene Specht