Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

DETESTO A LA GENTE CURSI: ¿SERÁ QUE ME CFREO SUPERIOR?

El término “cursi” en Venezuela es utilizado para definir, siempre de manera despectiva, a quienes son proclives a convertir cualquier situación en una trama color rosa. Por lo general, son personas que no poseen sentido del ridículo. Son románticos en exceso: ven maripositas por todos lados y utilizan modismos y vestimentas recargadas.

En su vocabulario abundan también las palabras rebuscadas. Son aficionados a poner sus pensamientos en versos, tratando de alcanzar un refinamiento y una profundidad que al final resulta todo falso, postizo.

La gente cursi representa, por definición, todo lo contrario a la espontaneidad y a la naturalidad. Presumen de ser elegantes, cultos y finos sin llegar a serlo realmente. En materia de arte, por ejemplo, les encanta rodearse de objetos “kitch”, es decir, pasados de moda, ridículos o de mal gusto.

También el vocablo cursi se usa para referirse a los esnobistas. Un “snob” diría algo así como: "Si una canción que me gusta es usada en un anuncio, ya no me gusta".

Pero también hay que hacer algunas distinciones: ser cursi es diferente a ser romántico.

Las personas cursis no son sino repetidoras de frases hechas, trilladas y obvias. Sin embargo, las usan con un entusiasmo como si las hubiesen inventado en ese mismo instante, aunque el mundo entero las conozca de atrás pa’ lante: desde las frases más rimbombantes hasta los más baratos e insólitos piropos pasan a engrosar el mundo artificial de los cursis.

Pero a veces pensamos que los cursis son solo los otros, cuando también es verdad que, en alguna medida o en algún momento, también podemos serlo nosotros mismos, ya que siempre estamos a la posibilidad de encontrarnos con frases, canciones, películas o situaciones que nos toquen una fibra emocional, especialmente cuando estamos enamorados o nos apasionamos con algo. Y esto, naturalmente, sucede con frecuencia y está bien. El problema es cuando esta propensión a la cursilería se convierte en nuestro modo de ser y de vivir, ya que abandonamos la realidad para habitar un mundo irreal creado por nosotros para embellecerlo todo artificialmente.

Pero… como todo en la vida, la moneda tiene siempre dos caras.

Las personas cursis, en asuntos de amor, por ejemplo, pueden llegar a ser más expresivos, porque sin ningún prurito y con lujo de detalles, siempre están más dispuestos a mostrar sus sentimientos.

Un cursi además es capaz de demostrarte que te quiere y lo importante que eres para él o para ella mientras que alguien que vive temeroso a ser catalogado de cursi puede quedarse tranquilamente sin expresar sus verdaderos sentimientos.

Y la verdad es que algunos cursis pueden ser personas increíbles y maravillosas, siempre y cuando no se pongan fastidiosos o empalagosos en exceso, porque es cierto que pueden llegar a sofocar a la gente.

Es importante no confundir la cursilería con la amabilidad. Una persona puede llegar a ser verdaderamente sofisticada y refinada, y puede crecer hasta poder hablar con propiedad y correctamente, sin tener que rayar en la cursilería.

La diferencia está en que estas personas no hacen ningún esfuerzo para aparentar nada: todo lo hacen de una forma tan natural que forma parte de su personalidad.

Para evitar caer en la cursilería, es prudente darnos cuenta cuando estamos dulcificando las cosas y cuando estamos poniendo cosas imaginarias en nuestros comentarios acerca de la realidad.

Muchas veces nuestras percepciones son solo la proyección de nuestros deseos. Y cuando tenemos la propensión a no asentir a lo que es sino que queremos que las cosas sean diferentes, más bellas o menos terribles de lo que realmente son, cuando queremos alterar la crudeza de la vida para convertirla en una telenovela rosa, nos hacemos irremediablemente cursis. Y en esos casos, por supuesto, la terapia es siempre de ayuda, tanto para integrar nuestras proyecciones como para ayudarnos a integrar todo aquello que rechazamos.

Irene Specht