Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

HABLO DEMASIADO: NECESITO APRENDER A ESCUCHAR

Hay personas que hablan y hablan sin siquiera notar que el escucha quiere opinar o decir algo. Y si alguien tiene la osadía de interrumpirlo, el hablador no tarda en buscar el próximo huequito en la conversación para retomar sin piedad su soliloquio.

Hay seres que no escuchan y se encadenan. Afortunadamente, siempre hay alguien que en algún momento los manda a callar por impertinentes. Pero ellos no aprenden, porque a pesar de que el hablar sin escuchar les trae problemas, hasta las reprimendas les sirven para continuar llamando la atención. De modo que saliendo regañados aún consiguen su objetivo de ser el centro de los acontecimientos.

El hablar descontrolado acaba con cualquier posibilidad de diálogo verdadero. La mayor parte de las veces, por no herir, por obediencia, por conveniencia o educación, dejamos a los parlanchines echar sus cuentos y anécdotas una y mil veces. Esa repetición infinita e innecesaria de frases, citas, chistes e historias, viene a veces de una necesidad incontrolable.

Las personas que hablan demasiado pueden estar entrampadas en una compulsión. Y esto puede suceder cuando la persona adopta este comportamiento como una forma de calmar su angustia. El impulso es contra de su voluntad. Se convierte en compulsión. Es de notar que algunas personas tienden a pasar de un extremo a otro porque sufren de la incapacidad de mantenerse en el medio: o hablan demasiado o simplemente no hablan. No consiguen el equilibrio.

Tienen una extraordinaria capacidad verbal y a veces son muy inteligentes pero casi nadie los soporta. Por lo general su egocentrismo los convierte en seres solitarios. Aprender a escuchar pasa por convivir con “el horror” que puede significar el silencio para ellos. Respirar, utilizar el recurso de la contención, o contar hasta diez… o hasta mil, puede servir si se sufre de incontinencia verbal. Aunque se tengan todas las respuestas, es de utilidad tomarse un rato para organizarse internamente.

Es necesaria una actitud paciente para poder escuchar, porque muchas veces cuando alguien nos habla estamos pensando en otra cosa, nos distraemos o sencillamente estamos dando una interpretación o una descalificación a sus palabras acomodándolas de acuerdo a nuestros intereses.Escuchar supone un esfuerzo: crea empatía y es la base de la comunicación entre dos personas.

Cuando alguien sabe escuchar, se crea un ambiente de intimidad y confianza maravillosos. Las demás personas no necesitan saberlo todo, sino entregarse con interés a la información que recibe. Con alguien así, nos sentimos apreciados y sobre todo respetados. Poder comentarle a otra persona sobre nuestras inquietudes, pensamientos, creencias e inclusive nuestros sentimientos, es un acto sanador. Así como hacerle confesiones amorosas a nuestra pareja o confiarle algo muy íntimo un amigo o amiga.

Es necesario tener claro la diferencia entre oír y escuchar. Oír es percibir sonidos. Sucede independientemente de la voluntad, mientras que escuchar implica procesar el mensaje, comprender la información, y requiere no solo oír las palabras, sino percatarse del tono de voz, del estado anímico, y de cualquier otra señal, verbal o no, que comporte el mensaje. Comunicarnos requiere de mucho amor y respeto. En todos los aspectos del habla: el contenido, el ritmo, la entonación, el énfasis y los demás matices sutiles que hacen que la voz de una persona resulte única, está la personalidad de su dueño. Existe poca manipulación consciente de ella. Cuando una persona escucha, puede reflexionar acerca de lo que se dice, tiene una tendencia a hablar más lentamente, por tanto puede medir sus palabras. Mientras que una persona que habla rápido y sin parar es un pensador fútil, que solo escupe las palabras, muchas veces sin sentido y sin detenerse en lo que dice.

Si se tiene esta debilidad, la sugerencia es practicar el silencio activo y empezar a poner en práctica el respeto por el espacio del otro, pues “no sabe hablar quien no sabe callar”, como decía Pitágoras.

Irene Specht