Dra. en Psicoterapia

Presidenta y Fundadora de Ágape - Programas de Formación para el Desarrollo del Potencial Humano

Dra. h.c. Ciencias Holisticas. Master h.c. Drug & Alcohol Couseling. Dir. Ágape. Caracas. Terapeuta e formadora de Constelaciones Familiares, de Gestalt. Musicoterapéuta. Especialista en Pareja y Familia. Thetahealer. Certificación Internacional en Consejería Terapéutica en Drogodependencia.

LA ENVIDIA ME ESTÁ DEJANDO SIN AMIGOS: ¿QUÉ HAGO?

Realmente lo que le desagrada al envidioso es la felicidad que pueda tener otra persona, y resiente ese bienestar deseándole todo mal. Posee un ego malcriado y cuando se queda en silencio, podemos observar su estruendoso chasquido y lo único que puede ver es lo oscuro del bien ajeno, se asfixia dentro de su propio egoísmo. El envidioso se ve ante la imposibilidad y el deseo de algo que no posee, bien sea material, intelectual, afectivo, etc., y lo mezcla con el afán de tener ese algo para sí, pudiendo hasta perder los escrúpulos para obtenerlo en el caso de que se obsesione con dicho objeto del deseo.

En todo caso la envidia produce una tremenda amargura, ya que la persona suele confrontar muchas veces crisis de incompetencia ante la frustración de no poder lograr lo que el otro posee.

Sus síntomas se expresan, por ejemplo, en odiar o descalificar al otro inventando cualquier argumento. El envidioso cuenta mentiras sobre la persona envidiada, inventa que tiene cosas que no posee. En los casos patológicos puede llegar hasta hacer daños físicos y definitivos. Es decir, que la envidia puede generar otros males y rompe con el amor al otro.

La envidia y los celos pertenecen a la misma familia ya que se conectan desde dos circunstancias: los celos con tener son una reacción emocional que surge cuando una persona percibe una amenaza hacia algo que considera como propio, por ejemplo, ante la posibilidad de que la persona amada les reste atención en favor de otra. Y la envidia con no tener, que dirige la atención hacia el éxito o posesión de otra persona. Celos y envidia coinciden en la rivalidad.

Némesis era conocida como Envidia en la mitología romana, y era la diosa de la justicia retributiva, venganza y fortuna. No se conoce de quienes era hija. Era la receptora de los votos y juramentos secretos de amor de las personas y vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o infidelidad de su amante. Cuentan que Némesis estuvo perseguida por Zeus, y que para librarse de él, Némesis se transformó en distintos monstruos marinos y animales, hasta que por último se convirtió en una gansa. Pero Zeus, que era muy inteligente, se convirtió en un cisne y logró atraparla y poseerla. Y como resultado de esa unión, Némesis puso un huevo que encontraron unos pastores y lo entregaron a Leda, quien lo cuidó y de allí nació Helena de Troya.

¿Qué podemos hacer? Podemos pasearnos por algunos síntomas que podemos observar y observarnos en una persona envidiosa: desea las cosas del otro y muchas veces lo disfraza de “una envidia sana”. Promueve la envidia en otros siendo jactancioso. Tiene la actitud de “quítate tú para ponerme yo” necesita sacar a otros del camino con su crítica, es resentido y vengativo. Es acusador con críticas injustas, siente dolor ante el éxito de otros y es amargado, insatisfecho, frustrado y al mismo tiempo ambicioso y competitivo.

Su expresión de rabia no es más que un estruendoso grito que encubre una gran tristeza.

Se queda solo o sola por su sintomatología. Al lograr una relación no permite otras relaciones por su miedo a perderla con un espíritu controlador y desconfiado.

¿Envidia sana?

En una abierta y honesta relación de pareja o amistad no cabe la envidia porque ambos participan en el bien del otro y se alegran de ello. Hay espacio para nuevas amistades sin que eso amenace la relación.

Una persona que se alegra de sí mismo, que está cómoda con quien es, tal cual es, puede acercarse y alejarse del otro tal como es ese otro sin que las diferencias sean un problema, porque éstas le permiten crear, crecer y aprender en el contacto y respeto por sí mismo y por el otro.

Sabe que si ocupa el espacio de otro simplemente desaparece.

El respeto y equilibrio se mantienen a través de este acercarse y alejarse porque de este modo nadie se anula ni dispone de la imagen del otro, permitiendo la libertad de necesitarse en cualquier momento y cada quien andar en su propio camino.

Irene Specht