TEMO QUE MI HIJO CAIGA EN DROGAS: ¿QUÉ HAGO?
Quiero iniciar este tema tan importante diciendo a los padres que cuando un
hijo cae en drogas es la concreción de un problema mucho mayor. Es por lo general una
enfermedad familiar que pide a gritos ser resuelta. Este hijo está presentando los síntomas
de la disfunción de su familia.
El consumo de sustancias es un síntoma, sólo la punta del iceberg. Comienza con la curiosidad:
el probar, hasta que toma forma y se convierte en adicción. Se origina desde un acto normal
en el desarrollo de la niñez hasta llegar a consolidarse como un trastorno, una enfermedad.
Un bebé viene al mundo con sus necesidades naturales para vivir, y para satisfacerlas,
desarrolla una gran cantidad de recursos que van desde las sonrisas de sus primeros días a
los gestos y manipulaciones para llamar la atención. Desde ahí va aprendiendo, de acuerdo a
la reacciones de los mayores, el valor de una sonrisa y de una lágrima. Pataletas, simpatías,
indiferencias... va pasando de los gestos y sonidos hasta la codificación del lenguaje. Y sus
cuidadores pueden ser muy propensos a caer en sus redes. Así pasan por ayudarles y/o hacerles
las tareas, defenderlos de los otros niños malos, las maestras, uno de los padres, etc. El
pobre niño indefenso y sempiternamente justificado.
Quien se justifica no aprovecha sus errores para crecer y poder hacer algo con eso. Así
comienzan, como es natural, la madre, el padre o un cuidador a satisfacer esas necesidades
iniciales que requieren ser suplidas mientras el bebé se va desarrollando hacia su
independencia y es allí donde está la frontera, el límite, o la dependencia hacia quien suple
sus necesidades.
Y el otro, porque ha comenzado a vivir a través de la vida de su hijo/a por medio de las
atenciones desmedidas, se convierte en un esclavo/va creando una dependencia emocional, que
cuando comienza la aparición de sustancias se crea la famosa llamada codependencia.
Cuando aparece una adicción nos estamos refiriendo a una persona que ha perdido la capacidad
de relacionarse consigo mismo, con sus necesidades, es decir, no contacta con sus
sentimientos, estados ni sensaciones, no las conoce, siempre habrá alguien que sepa más y
lo resuelva.
Esa persona que al ser sobre atendida ha desarrollado un egocentrismo que le hace ingobernable
porque se hace, se dice, se vive de la manera que le parece al rey y al mismo tiempo por no
haber desarrollado sus capacidades de contacto interno no puede expresarse lo que le convierte
en un a-dicto, no hay expresión de lo real y esto promueve la evitación activa de cualquier
sensación ya que no sabe manejarse. Esto hace que se conviertan en personas mentirosas,
ingobernables y manipuladoras.
Por lo general esta persona ha sido muy abandonada y ha padecido mucho dolor, por tanto
necesita anestesiarse con distintas sustancias.
Un ejemplo es la sobreprotección: el darle todo lo que pide para que no arme la gran pataleta
es una de las formas más dolorosas de abandono porque no es sólo la soledad que trae consigo
la desatención sino el sentirse que salen de él...
Los hijos(as) que viven privaciones afectivas durante su infancia por lo general terminan
enfrentándose a una serie de limitaciones para poder confiar en sí mismos y como resultado de
esto poder confiar en los demás.
Estas personas no pueden ser confiables porque en sus familias de origen ellos no cosecharon a
través de la cotidiana relación familiar una atmósfera de confianza, amor y refugio. Por tanto
el contacto, las caricias y la confianza son transformadas en una carencia profundamente
dolorosa, son personas resentidas y estas conductas se desarrollan en los primeros años de
vida, y que luego para sentirse identificado de alguna manera con sus pares se relaciona desde
el apego, pero nunca desde un amor genuino donde el respeto a las diferencias, a disentir no
pueden estar presentes porque la confianza brilla por su ausencia.
No es amor, es apego. Y desde ese espacio comienzan a relacionarse con personas tóxicas que
hablan el mismo idioma, que evitan experiencias afectivas reales y ese es el ambiente en el
cual se puede identificar plenamente.
Si bien es cierto que al apego se le considera fundamental y de vital importancia en los
primeros contactos afectivos del niño(a), repito, el apego no es amor, es dependencia, donde
se crea un lazo exclusivo con una persona enferma de adicción que considera que lo cuida
directamente y esto va conformando un sentido de identidad.
Como pueden notar, la preocupación tiene que ver con el cómo puede la persona hacerse, como
dice Jorge Bucay, auto-dependiente y crear lazos honestos en las relaciones consigo mismo y
los demás. Tener conciencia de familia y de enfermedad en caso de que ésta esté presente en
su sistema y un arduo trabajo de crecimiento personal .
Todos los seres humanos necesitamos sentir que somos amados y aceptados por los nuestros,
sabernos pertenecientes a una familia, y otras personas como amigos, pareja, etc., pero cuando
la necesidad es exagerada, cuando lo único que se quiere es ser el centro de atención, estamos
hablando de una adicción.
Sabemos que un excluido, un herido, un dolor no asumido, ese que se vive como sí todo está
bien, tiene muchísima fuerza en nosotros, en nuestros hijos, porque... ¿qué no haríamos por
cada uno de nuestros padres? Vamos a intentar en forma ilusa pasar el dolor, el sufrimiento,
sus pérdidas: hacerlo por ellos. Esto también actúa como un detonante a la hora de considerar
atenuar o distraer esas experiencias.
Les comparto que un día aprendí que los hijos se alimentan del amor que se tienen los padres,
que cuando estos se han separado física o emocionalmente estos hijos se alimentan del cariño
y el respeto que estos se tengan. Cuando no es así, a los hijos no les queda más que comer de
lo que hay...
Entonces cuando papá no está presente (por cualquier razón, que va desde la ausencia física
total hasta la ausencia del que está de cuerpo presente pero que tal vez no está ni para sí
mismo), entonces esa falta el hijo la percibe y trata de suplirla buscando la pertenencia que
no encuentra en su casa y allí comienza la curiosidad. Entonces, la madre que por lo general
es quien acompaña al niño en sus primeros años de vida, es quien se apersona dándole el lugar
de ese esposo ausente al hijo y éste lo resiente y lo resiste, y lo peor, la culpa
inconscientemente por la ausencia del padre, castigándola una y otra vez por su codependencia.
Muchas veces la curiosidad es el inicio.
Una adicción, como lo mencioné en el artículo de la semana pasada, es una conducta que perdió
contención y la condición define los límites de la vida de ese ser.
Podría contarles una y miles de razones, hablarles de los muchos tratamientos que se utilizan,
y la verdad es que al amor honesto, la claridad, la revisión de nuestros propios procesos de
cambio en nuestras vidas, las caricias, el apoyo sin descalificaciones y decirle la verdad
por más dura que sea a nuestros hijos, mirándolos a los ojos, son la mejor vacuna contra las
adicciones y contra la neurosis.
Irene Specht